Las comunidades rurales pueden verse beneficiadas de las características que ofrece la arquitectura contemporánea y viceversa, por lo que un buen inicio sería desprenderse del paradigma de que estos dos estilos, rústico y vanguardista, son polos opuestos aplicados a diferentes necesidades, según el nivel de desarrollo urbano de cada región.
Con esto en mente, la arquitectura moderna comenzó a influir en lugares rurales, pero con la regla de respetar los espacios, pues la forma en que debe llevarse a cabo la construcción difiere de su aplicación en las grandes urbes, por lo que resulta fundamental poner especial énfasis en la protección del medioambiente.
Hechos como un aprovechamiento óptimo de los recursos naturales, ya sea el agua y la energía, e, incluso, el capital humano, además de una mínima modificación de los espacios, son aspectos fundamentales para que la simbiosis pueda funcionar. Es decir, logra el equilibrio de una edificación con un notable carácter de modernidad, pero que a la vez respete las propiedades del entorno, es el presente que se vive.
Así, de acuerdo con Roberto Sartoris (1901 – 1998), arquitecto italiano racionalista, en su escrito “La nueva arquitectura rural”, la modernidad ofrece “[…] una variedad principalmente orgánica de los sistemas constructivos en abierto contraste con aquellos métodos secularmente tradicionales”. Por lo que “[…] la arquitectura rural se vale de los materiales modernos que los técnicos han proporcionado para el arte de la edificación, con la esperanza de la revalorización de una mejor y más adecuada mentalidad constructiva”.
Esto no quiere decir que la arquitectura contemporánea haya desplazado materiales como la paja, palma, madera, piedra, los ladrillos o el carrizo, pues, en palabras de Sartoris, “[…] estos materiales, llamados tradicionales, han sido utilizados de modo tan nuevo que han permitido incluso establecer por medio de una segura adaptación a las exigencias del siglo, una etapa luminosa en la evolución de la arquitectura moderna”.
De esta manera, los principios sobre los que descansa la arquitectura: firmitas, utilitas y venustas, dictados por Marco Vitruvio Polión, aún rigen las directrices en las que se desarrolla la manera en que se construye, con modernidad, en los espacios rurales no sólo de nuestro país, sino también en el resto del mundo.